Los donaron a los niños de la Escuela Pública N° 30 de Florencio Varela, entre otras.
En el Tercer Encuentro Literario llevado a cabo en la Unidad 32 del Servicio Penitenciario Bonaerense presentaron el libro “Amigos inseparables”, escrito por internos del Pabellón 7. La primera edición fue donada a cinco entidades de La Plata, Florencio Varela, Moreno y Lomas de Zamora, las que asisten a niños.
Personas privadas de libertad de una cárcel de Florencio Varela escribieron, ilustraron y publicaron un libro infantil, y la primera edición fue donada a cinco entidades que se ocupan de asistir a niños.
Se trata del libro “Amigos inseparables” escrito por internos del pabellón 7 de la Unidad 32 del Servicio Penitenciario Bonaerense, el que forma parte de una iniciativa cultural que impulsa el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires.
Los privados de libertad que se sumaron al programa Pabellones Literarios para la Libertad y decidieron que sus producciones puedan llegar a las infancias.
Los libros fueron donados al Hospital “Sor María Ludovica” de La Plata, a la Escuela Pública N° 30 de Florencio Varela, a la Escuela Especial N° 501 de Moreno, a la Parroquia San Pío y al Jardín Comunitario “Fantasía” de Lomas de Zamora y para los Pabellones que aloja a internas madres de la Unidad 33 Los Hornos.
Hernán tiene 42 años, de Lomas de Zamora, es uno de los internos que coordina el pabellón literario, y él explicó el proceso creativo de “Amigos inseparables”.
“Se trata de fábulas con animales como protagonistas. Fue una producción grupal, con el aporte de todos los integrantes del pabellón literario. Algunos escribieron, otros dibujaron, otros ajustaron el vocabulario infantil, otros colaboraron en la edición”, explicó Hernán.
La primera edición fue de 100 ejemplares y todos fueron donados a las entidades mencionadas, lo que llenó de gratificación a los internos.
La presentación del libro se efectuó en el pabellón 7 y el evento fue denominado Tercer Encuentro Literario.
En la jornada se presentó la obra de teatro “La risa perdida”, se leyeron tres cuentos: “Ralf, el dinosaurio”, “La mariposa y el lobito del bosque” y “El jardinero y sus dos baldes”, los que dejaron mensajes.
También se inauguró la biblioteca “Dr. Roberto Conti”, donde además funciona un taller de talabartería.
Hernán se mostró agradecido “por las segundas oportunidades” y enfatizó en que el programa Pabellones Literarios para la Libertad “se convirtió en un eslabón más para la reinserción social”.
En la Unidad 32 funcionan dos pabellones literarios: el 1 y el 7 y entre los dos suman 202 participantes privados de libertad. Ellos cuentan con la colaboración de seis talleristas: Teresa, María Inés, María Silvia, Claudia, Andrea y Patricia.
Las talleristas se turnan para de manera presencial o por zoom, coordinar los talleres literarios los jueves de 15.30 a 17.
Diego, de 45 años, otro de los coordinadores del Pabellón 7, contó que “acá participan desde alumnos universitarios hasta analfabetos, pasando por todos los niveles educativos y nos organizamos para avanzar con cada grupo”.
Nicolás, de 27 años y oriundo de Lomas de Zamora, es el que se encarga de enseñar a leer y escribir, y junto a él, Rodrigo, de 23 años, relató cómo aprendió primero a escribir su nombre, luego todo el abecedario, para formar sílabas y palabras.
“Ahora le escribo a mi familia y ya empecé la escuela. Estoy en el primer ciclo”, indicó Rodrigo.
Una de las consignas para estimular la escritura fue contar “Cuál fue el día más feliz de mi vida”, y de ahí surgió que fue cuando se convirtieron en padres, explicó Hernán.
“La paternidad, la familia, eso nos ayuda mucho a pensar en un futuro mejor y en abandonar la vida que nos llevó a la cárcel”, explicó Diego.
Acompañaron en el Tercer Encuentro Literario la asesora del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires, Julia Lescano, y las talleristas mencionadas.
Lescano afirmó que “el Programa Pabellones Literarios para la Libertad plantea un nuevo paradigma, el de abrazarse a la lectura y la escritura para mejorar el diálogo y la comunicación, y a través de lo aprendido, generar un cambio en el que la palabra le gane a los usos violentos”.
El oficial penitenciario Maximiliano Sarmiento, quien trabaja en el pabellón 7 de la Unidad 32 señaló: “Puedo verificar que los internos que participan de esta iniciativa se comportan con mucho respeto entre ellos y con el personal. Sin duda es un emprendimiento cultural que rinde frutos”.