En enero de 1994, un grupo armado de la entonces Brigada de Investigaciones de Lanús confundió con delincuentes a cinco inocentes desarmados. Dispararon sin control. Hubo cuatro víctimas. Los efectivos fueron condenados a 28 años del hecho.
Norberto Corbo conducía su remís, un Peugeot 505 gris oscuro, en el que trasladaba a Gustavo Mendoza y Enrique Bielsa. En otro vehículo, un Dodge 1500 amarillo, el librero, Edgardo Cicutín, junto a Claudio Díaz, también transitaban las calles de la zona sur del partido bonaerense de Avellaneda. El calor del 10 de enero, poco antes del mediodía, se hacía notar. Eran ya épocas de la “Maldita Policía”, que contrastaba con lo que el entonces gobernador Eduardo Duhalde llamaba “la mejor del mundo”.
En ese contexto, un grupo de policías vestidos de civil en cinco autos sin identificación hacía, según declararon después, prevención de hurtos y robos. Eran de la Brigada de Lanús y su accionar, a base de tiros, terror y descontrol, dejó ese día de hace 30 años cuatro inocentes muertos. Un caso que muchos definieron como “gatillo fácil”, que se conoció como la “Masacre de Wilde” y que aún hoy, con siete policías condenados, deja una herida abierta.
En la avenida Mitre, a la altura del Parque Domínico, los autos sin identificación comenzaron a perseguir al Peugeot sin darle nunca la voz de alto. Tenían el dato de que en ese vehículo viajaban delincuentes con armas. Era similar al que buscaban, pero claramente no el mismo.
El susto de los civiles fue tal que atinaron a escapar sin entender quiénes lo seguían. La balacera fue atronadora. Todos tiraron contra el remís, que venía de Santos Lugares.
Casi simultáneamente apareció en el lugar el Dodge con Díaz al volante y Cicutín a su lado. Iban hacia Berazategui con el baúl lleno de libros. En este caso, también había un dato erróneo. La Policía buscaba un Dodge 1500, pero no era en el que iban estas dos personas que, al escuchar la balacera, también huyeron del lugar, tal como hicieron otros automóviles. Sin embargo, las balas empezaron a impactar contra la chapa amarilla.
El resultado fue escalofriante. En pocos segundos, ambos vehículos terminaron repletos de agujeros. Solo el Peugeot terminó con unos 40 orificios. En total, fueron 239 balas calibre 9 milímetros disparados con pistolas y al menos un subfusil Uzi. Y aunque los policías después dijeron que fueron atacados, lo cierto es que el tiroteo fue unilateral.
Escena montada
Si bien la Bonaerense informó que fue un “enfrentamiento armado”, las pericias balísticas realizadas por la Gendarmería revelaron que las víctimas no llevaban pistolas y que dos de los fusilados fueron rematados fuera de los vehículos.
Pese a que los policías buscaron confundir pruebas, plantar armas y embarrar la instrucción, la primera jueza del caso, Silvia Susana González, desenmarañó la estrategia y procesó a 11 de ellos y los mandó a detener. ¿Qué pasó después? Apartaron a esa magistrada, tomó el caso uno más “amigable” con la institución de “la gorra” y la Cámara de Apelaciones y Garantías los sobreseyó y liberó. Solo quedó en la mira el cabo Marcos Rodríguez, a quienes sus compañeros señalaban como el tirador de esa masacre. Un solo policía, y más de 200 disparos. Insólito.
Más allá de esto, se había avanzado en la investigación previa sobre un vínculo de Bielsa y Mendoza, quienes viajaban en el remís, con la Brigada de Lanús que hizo el operativo. Algunas hipótesis hablaban de un vuelto por un trabajo mal hecho.
Lo cierto es que la causa se planchó hasta 2013, cuando “habló” la Suprema Corte de la provincia de Buenos Aires. Los policías, dijeron los jueces del máximo tribunal, no cometieron un caso de gatillo fácil, sino que salieron a matar civiles. Además, al no investigar o actuar de modo deficiente, el Estado se benefició porque garantizó la impunidad de los efectivos de azul.
La hora del juicio
Finalmente, luego de 10.570 días de transcurrido el hecho, en diciembre de 2022 siete expolicías bonaerenses fueron condenados a 25 años de prisión al ser hallados culpables. Para el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 3 de Lomas de Zamora actuaron sin “justificación” ni “necesidad alguna”, ya que no hubo una “agresión” hacia ellos, sino que “la situación de peligro” fue creada por los propios efectivos.
Así lo dispuso el Tribunal que condenó a los excomisarios Roberto Mantel y Eduardo Gómez, los exoficiales Osvaldo Lorenzón, el exsubteniente Pablo Dudek, los exoficiales Julio Gatto y Marcelo Valenga, y el excabo Marcos Rodríguez como coautores del delito de “homicidio calificado por el concurso premeditado de dos o más personas, reiterado, cuatro hechos y homicidio calificado por el concurso premeditado de dos o más personas un hecho en grado en tentativa todos en concurso real entre sí”.
Entre los autores de la masacre también estuvieron César Córdoba, Carlos Saladino y Hugo Reyes, que ya fallecieron. También el exsubteniente Marciano González, que quedó fuera del proceso por incapacidad mental, luego de sufrir un ACV.
Todos eran integrantes de la Brigada cuyo subjefe era el entonces comisario y actual abogado Juan José Ribelli, procesado y luego absuelto por el atentado a la AMIA y quien no estaba en el país cuando ocurrió el hecho.
Los acusados llegaron al juicio en libertad y escucharon desde el banquillo de los acusados las condenas en su contra. Hoy, a 30 años de la masacre, siguen en esa condición: libres. Recién en marzo el Tribunal de Casación definirá si queda firme la sentencia y los siete expolicías son detenidos o le da lugar alguno de los recursos presentados por las partes. (DIB) FD