Tanto al cruzar el umbral, en donde está un cartel que dice Emergencia, hay un escenario particular en el hospital de Florencio Varela, paredes desteñidas, papeles y restos de envoltorios de comida en el suelo y suciedad en los vidrios . Desde las ventanillas de atención te informan adónde dirigirse. «Si querés un médico, tocá la puerta del pasillo», dice un trabajador. Y agrega: «Pero tenés que esperar mínimo 60 minutos para que te atiendan, porque sólo hay un médico de guardia». Gente indigente ocupa los asientos de la hilera de sillas de la sala de espera. Vienen a dormir, en la guardia. Algunos consumen drogas y otros alcohol.
Otros duermen afuera. Como una señora de unos 60 años, pasa sus días y noches en la entrada del nosocomio, en Emergencia sobre unos cartones que extiende en el suelo, se observa sus ropas y algunos utensillos. Hay mucho olor y la imagen del lugar es deprimente. Desde hace tiempo sirve como morada para gente indigente, en situación de calle. Todo lugar sirve de refugio para pasar la noche. La situación ya no sorprende a los trabajadores del nosocomio que lo soportan como parte de su vida diaria…
Nuestro hospital desde los últimos años es la imagen del abandono y deterioro, suciedad y de fuertes olores putrefactos, producto de la orina humana que reposan ahí , de los utensillos y restos de comidas que dejan por doquier los indigentes. El abandono de Mi Pueblo es evidente y las autoridades siguen brillando por su ausencia.