OPINION
A pesar de las derrotas de sus candidatos a la Presidencia y a la Gobernación de Bs. As. en el 2015, Cristina Fernández supo mantener la suficiente centralidad y poder político para definir las candidaturas del Frente de Todos en el 2019.
A esa situación contribuyó la estrategia de Cambiemos de sostenerla como la única líder opositora, convencidos de que su candidatura presidencial mantendría la división del peronismo y que Macri la derrotaría en un balontaje.
Pero la inteligente jugada de CFK de correrse a la Vicepresidencia (sabiendo que con el kirchnerismo no le alcanzaba para ganar) y de designar para la Presidencia a Alberto Fernández, un dirigente sin estructura política ni caudal electoral, de perfil moderado, potable para Massa y los Gobernadores peronistas que no congeniaban con ella, posibilitó la convergencia de la mayoría del peronismo con el kirchnerismo.
Esa movida neutralizó la estrategia de Cambiemos y condujo al Frente de Todos al triunfo en primera vuelta. Pero ese ingenioso y audaz experimento político sin precedentes, donde la Vicepresidente puso al Presidente, fracasó.
Son cada vez más evidentes las profundas diferencias de pensamiento y de visión política entre Alberto Fernández, CFK, Massa y varios gobernadores peronistas.
Han construido un gobierno parcelado, descoordinado, contradictorio, sin rumbo, con su Vicepresidenta y ministros, gobernadores, intendentes y legisladores, intentando despegar de una gestión desastrosa e impopular con el recurso de ser los más duros críticos y detractores del Presidente, de sus equipos y de sus decisiones políticas.
Las tasas de inflación, la pérdida de poder adquisitivo, los porcentajes de pobreza e indigencia, las deficientes prestaciones nacionales y provinciales en seguridad, educación y salud, son datos incontrastables del fracaso del Frente de Todos y de quienes, en su representación, tienen la responsabilidad de gobernar.
El notable, sorprendente y paulatino crecimiento de Milei y los libertarios es, en gran medida, producto de ese fracaso, de la decepción y de la frustración de millones de argentinos que confiaron en las promesas de CFK y Alberto Fernández.
Ante esta situación, y más allá de si Cristina será candidata o se autoexcluirá, decisión que para algunos ratificó en su discurso en Avellaneda y para otros la dejó en suspenso, el Peronismo –que claramente no es lo mismo que el kirchnerismo- debe afrontar un gran desafío y, a la misma vez, tiene por delante una gran oportunidad.
La centralidad de CFK ha actuado como un tapón que ha impedido el surgimiento de nuevos liderazgos y su dedo elector ha imposibilitado la competencia interna por las candidaturas, herramienta indispensable para enriquecer el debate, mejorar las propuestas y contribuir al desarrollo de nuevos cuadros políticos.
Es tiempo de que los dirigentes peronistas, en particular quienes ejercen liderazgos provinciales y municipales, además de ocuparse de mantener el control de sus territorios, asuman su responsabilidad de cara al conjunto de los argentinos, y recuperen el protagonismo que históricamente supieron tener en la discusión de los temas nacionales, en la construcción de un verdadero proyecto de País y en la definición de las candidaturas para el 2023.
DARDO OTTONELLO
Agrupación Justicialista Hugo del Carril