El virus que nos cambió la vida y la muerte
Cuando el colega Héctor Reynoso enfermó el miércoles 3, y unos días después nos enteramos, hoy 10 de abril que había partido. A todos nos atravesó el pensamiento de cómo sería la despedida. Tenía 66 años, con la enfermedad pulmonal ( EPOC ) que obstruye el flujo de aire desde los pulmones, derivó en una neumonía que esta vez no pudo ganarle. Falleció en la clínica Santa Clara y fue trasladado su cuerpo al mediodía, a la cochería Scrocchi. El estado de alarma en medio de la crisis por la enfermedad del coronavirus, (que le dió negativo) encontró no solo a sus familiares, sino a sus amigos más cercanos esperando en casa “como si nada sucediera”. Pues nada podía hacerse.
Su esposa Nelly y sus hijos se enteraron de la triste noticia por teléfono. No pudieron estar allí con él. No hubo velatorio ni funeral. Solo cuatro familiares pudieron acompañarlo al interior del Parque de la Gloria, su esposa y 3 de sus hijos. Los demás nos quedamos afuera mirando desde la distancia, detrás de las puertas con rejas.
Sin besos ni abrazos de consuelo. Porque el duelo y la muerte, en tiempos de coronavirus, se vuelven dolorosamente solitarios.